La empresa solicitó de buena fé la retirada de este artículo.
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Una compañía ha desarrollado implantes musicales para el pecho. Muchas mujeres están hartas de que los hombres únicamente estén interesados en mirarles las tetas. También quieren que las escuchen
José Bono dejó el gobierno socialista porque José Luis Rodriguez Zapatero estaba tan empecinado en mejorar las relaciones con Estados Unidos que le estaba presionando para que casase a su hijo con una de las hijas del presidente. El pensar que sus nietos se apellidarían Bono Bush fue demasiado para el antiguo ministro de defensa.
Cuando vi que se podía escribir con el trasto, decidí que quería uno. Tengo dos dominios de Internet. No publicaba apenas nada en ellos. Me da mucha pereza escribir en casa. Hay tantas cosas que hacer con el ordenador que lo último que me apetece hacer es escribir. Prefiero navegar.
Me dije que una PDA serviría para escribir estando en transporte público. Así, además de matar tiempo, podría crear contenido. No me hizo cambiar de opinión el que un amigo mío me dijese que no la iba a sacar provecho. Me dijo que era tirar el dinero. Yo seguía empecinado en tener el trasto. Me la acabé comprando como regalo de cumpleaños en el 2005.
Está siendo uno de los mejores regalos que jamás me haya hecho. La he utilizado casi todos los trayectos en transporte público que he hecho sólo. Sea en metro, tren, autobús o avión, se me están haciendo mucho más cortos los viajes. El tiempo se me pasa volando. Cuando tiene la batería baja, y la tengo que apagar, me aburro. Me compré un cargador de viaje para cuando estoy fuera de casa. Llevo el cargador siempre encima. Así si me quedo sin batería a la ida, podré escribir a la vuelta.
Con la PDA tardo uno o dos días en escribir un artículo. En algunos de mis rollos macabeos, que he publicado en esta Web, es posible que haya tardado más de una semana. Escribo a la mitad de velocidad que con lápiz y papel. Bastante más lento que con el ordenador. No tengo prisa. Casi únicamente la utilizo donde no hay más cosas que hacer que mirar al que está enfrente.
Estoy escribiendo más rápido de lo que estoy publicando en mis blog. Tengo en estos momentos unos 15 artículos pendientes de subir a la Web. Cuando elijo un artículo para publicar, lo abro con mi procesador de texto. Me lo leo, cambiando las cosas que no me gustan. Este proceso lo repito hasta que no encuentre nada que cambiar. Voy a la caza de fallos de ortografía y gramática. Por supuesto, como pueden pasar meses entre que escriba un artículo y lo publico, hago a veces cambios sustanciales. Mis artículos no quedan perfectos. En los doce años seguidos que pasé fuera de España, se me ha olvidado bastante de la gramática que aprendí en COU. Se hace lo que se puede.
Un ordenador te permite hacer más equivocaciones en menos tiempo que cualquier invento que haya hecho la raza humana, con la posible excepción del tequila y de las armas de fuego
Mitch Ratliffe
La comida que sirvieron durante nuestra estancia no me gustó. Era tipo bufé. Estaba fría, insípida y demasiado cocinada. Había cocina en vivo. Dejaba mucho que desear. Por las mañanas, un estudiante de hostelería hacía huevos fritos y tortitas. En la comida y la cena recalentaba pasta demasiado hervida haciéndote una salsa de tomate con los ingredientes que deseases. Una vez hubo cordero asado, frío por supuesto.
El todo incluido era también cutre. El zumo de frutas que servían era hecho a base de polvos. Únicamente te servían cerveza de barril. Aunque la cerveza embotellada valiese una fracción más, no estaba incluida. Los refrescos eran todos de botellas de plástico por lo cual, a menos que tuvieras la suerte de que empezaran una botella nueva, nunca tenían gas. Las bebidas alcohólicas eran casi todas de marcas genéricas, de bajo coste, de las cuales casi nadie ha visto en un comercio. Los cubatas los servían en vasos minúsculos. Aún así estoy muy contento de que contratásemos el todo incluido. No tuvimos ningún gasto extra en el hotel.
La habitación nos gustó mucho. Era amplia. Tenía una terraza con vistas al mar. El inodoro estaba en una habitación separada. El cuarto de baño era amplio. El agua de la ducha tenía suficiente presión. Había dos camas individuales por lo cual era fácil dormir sin molestar al prójimo. Las camas eran lo suficientemente amplias para que en caso de necesidad cupiésemos los dos. Hacía falta pagar una fianza de 20 euros para el control remoto de la televisión. Este mando era imprescindible para verla. El agua de grifo era potable.
Todas las noches el departamento de animación montaba un espectáculo de unos 20 minutos. No era gran cosa pero lo encontrábamos ameno. Todas las noches, cuando bajaban del escenario, nos decían que la fiesta seguía en el café moro. Esta está decorada con motivos árabes y te puedes fumar una cachimba o tomarte un té. Ninguna consumición del café moro está incluida en nuestro todo incluido. Fuimos un día después del espectáculo y lo único que pasó es que unos animadores estaban sentados con unos huéspedes. Muy aburrido. Hubo un grupo de gente que se quejó de la mala calidad de la animación.
Una cosa que me disgustó mucho del hotel Globalia Savana es que tenían contratado un empleado para timar a los recién llegados. Un embaucador se acercaba a todos los huéspedes su primer día de estancia. Les ofrece la posibilidad de ver Hammamet y Nabeul, de hacer compras y de hacer fotos en una fábrica de alfombras. Todo gratis. Esto es una excusa para intentar obligarte comprar una alfombra que no necesitas por mucho más dinero que el que vale en contra de tu voluntad. En la fábrica de alfombras te someten a muchísima presión. Seguro que la fábrica le da una buena comisión al hotel. Nosotros picamos y pasamos verdadero miedo. Si no es el primer día, cuando todavía eres novato, no hay posibilidad de ir a la fábrica de alfombras. Eso es prueba clara que se trata de un timo. El hotel Savana se enriquece estafando sus huéspedes más novatos. Es fácil que un huésped se gaste muchos euros por miedo.
El Andreso
Después de comer vimos al moro. Quería salir lo antes posible. Subimos a la habitación a por algo de ropa. Al salir nos esperaba una furgoneta con conductor. Eramos los únicos que íbamos. Habíamos estado seguros que vendría más gente. Nos dio mala espina. En efecto, no fue una excursión agradable.Durante el viaje interminable, la furgoneta atravesó el centro de Hammamet. La letra del compromiso del moro se había cumplido. Dijo que visitaríamos Hammamet. La atravesamos sin parar. Yo me estaba temiendo lo peor. Tenía miedo de que nos llevasen a un lugar desierto. Según contaron unos compañeros del hotel hay muchísima vigilancia en Túnez. En cuanto grite un turista, viene la policía. Les interesa mucho que los turistas se sientan seguros. Puedo asegurar que mis miedos no eran fundados.
Al final llegamos a Nabeul. El embaucador nos llevó por callejones angostos hasta llegar a una zona comercial. Nos metió en una tienda donde ponía en un cartel “oficina de turismo”. Alfombras tipo persa estaban colgadas en el exterior. El embaucador entró. Le seguimos como borregos. Con la sabiduría que proporciona la experiencia, deberíamos habernos despedido del moro al llegar a Nabeul. No deberíamos haber entrado en la oficina de turismo. Así habríamos conseguido un viaje gratis. Nos hubiéramos podido volver en taxi.
El responsable de la fábrica de alfombras era un moro alto y fuerte. Tenía un tupido bigote. Había alfombras por todas partes. Dos mujeres estaban sentadas en taburetes al lado de la pared. Estaban tejiendo alfombras. Tenían a mano madejas de hilo de distintos colores. Cortaban un trozo de hilo. Lo ataban. Así todo el día. Trabajaban muy deprisa. El matón nos contó que cobraban seis dinares (cuatro euros) al día. Tardaban meses en acabar una alfombra. Una de estas mujeres estaba tejiendo con hilo de seda, la otra con hilo de lana. En los diez minutos que estuvimos ahí, no levantaron en ningún momento la vista del telar. Me pregunto si las dejaban ir al servicio durante la jornada laboral. Las sacamos fotos. Saqué una del embaucador donde claramente aparecía la identificación del hotel.El matón no paraba de decir que las alfombras eran las únicas que tenían el sello de calidad de la oficina de Turismo de Túnez. Repetía que tenían una calidad inmejorable. Eran bonitas, pero al fin y al cabo eran únicamente alfombras. Aún así yo tenía un interés nulo en llevarme una alfombra de recuerdo. El marón nos repetía una y otra vez que era posible pagar contra reembolso. El primer plazo se abonaba al contado o con tarjeta. El resto cuando llegara la alfombra. Nos mostró bastantes facturas de compras realizadas por europeos incautos. Ya me los imagino. Estarían acojonados por el aspecto de matón que tenía el encargado. Pagarían lo que fuera para salir con vida de ese sitio. A mi el matón me daba miedo.
Nos subieron a una sala en el piso superior. Nos sentaron separados. Otra medida de presión. No podíamos sacar fuerzas el uno del otro. El embaucador estaba sentado entre mi novia y yo. Nos ofrecieron una taza de café. Empleados nos mostraban alfombras sin parar. Primero de lana y luego de seda. Las de seda eran mucho más pequeñas. Mi novia empezó a decir que le parecían muy bonitas. Eso no me gustó nada. Me sentí casi presionado para comprar una.
Me llevaron a otra sala. Iban a por sangre. El matón sacó una calculadora. Tecleó una cifra en ella. Me la mostró. Era lo que pedía por una ridícula alfombra de seda. Más de 1500 euros. Yo no paré de repetir que no tenía dinero. El matón no paraba de insistir que le hiciera una oferta. Al final cedí y le ofrecí 100 euros. Yo había ganado la partida. Había ofrecido un precio tan bajo que el matón lo consideró insultante. Regateando se puede bajar a el precio a una cuarta o quinta parte de la oferta inicial. Yo le estaba ofreciendo menos de una décima parte. Había ganado la partida. El matón se rindió.
Volví a la habitación donde estaba mi novia. Nos habían servido té. El matón intentó convencer a mi novia para que comprase. Se le veía desganado. Al final dijo: "darles una propina a nuestros chicos por el trabajo que han hecho mostrándoos las alfombras. Un billete, nada de monedas." Les pagamos diez dinares. Salimos aliviados de todavía conservar la salud. Esto es una experiencia que prefiero nunca repetir.
Nos dijeron que teníamos media hora para hacer compras en Nabeul. En contra de nuestra voluntad nos endiñaron un guía. Hubiéramos preferido ir solos. Cuanto compramos nos salió más caro por culpa del guía. Yo no me sentía cómodo con el. Estoy convencido que sacaba comisión por nuestras compras. No veló por nuestros intereses. La experiencia nos enseño que es posible pagar una cuarta parte de la oferta inicial. Con el como mucho ahorrábamos unos dinares. Buena comisión se llevaría. Le dimos cinco dinares de propina al guía. Le dimos otros quince al embaucador. Se los dimos porque teníamos miedo de que nos dejasen tirados. Para ser una excursión gratis, nos estaba saliendo bastante cara.
Al taxi que nos trajo al hotel se subieron el embaucador y dos moros más. Con gran alivio vimos como se fueron bajando de uno en uno. Al final únicamente quedaba el conductor. Poco después estábamos en el hotel. Le dimos dos dinares de propina. Esta persona nos había llevado a la salvación. Fue una experiencia.
Esa noche llegaron huéspedes fresquitos al hotel. El día siguiente, mientras esperaba a mi novia, se me acercó el embaucador. Seguía llevando identificación del hotel Globalia Savana. Actuaba como si fuera
mi amigote. Afortunadamente, poco después de llegar mi novia, el se marchó. Los próximos días le miraba con cara de odio.
Le vimos muchas más veces. Cada vez que llegaban huéspedes nuevos se acercaba a ellos. Siempre su primer día de estancia. Había alguien en el hotel Globalia Savana que se dedicaba a aumentar sus ingresos a costa del miedo de los novatos. Alguien le estaba diciendo quienes eran. Nunca se acercaba a los que llevaban algunos días. Sabía que ya estarían advertidos que la excursión gratis ofrecida por la cortesía del hotel es una vulgar estafa. La oferta no aparecía publicada en ninguna parte del hotel. Se buscaba acojonar a los novatos. Que pasasen el suficiente miedo para comprar, por mucho más dinero que el que vale, una alfombra que no necesitaban. Nosotros pasamos miedo. En la oficina de turismo el matón mostró bastantes facturas. Hubo muchos que tuvieron menos suerte que nosotros. Hubo muchos que compraron por miedo. El que esta estafa fuese gestionada por empleados del hotel dice mucho de la ética de su dirección.
El andreso
Llegamos al paseo marítimo. Nos paramos en varias tiendas. A casi todos los vendedores los conseguimos ahuyentar diciéndoles que no teníamos dinero. Vi una chaqueta de lana que me pareció muy bonita. Mi novia le preguntó al vendedor cuanto costaba. Dio un precio desorbitado. Yo insistí que no teníamos dinero. Dijo que aceptaba tarjetas de crédito. Nos atosigaba ordenándonos que le diésemos un precio. Yo estaba tan agobiado que quería huir. No nos dejaba. Al final le ofrecí menos de la tercera parte. Acordamos cinco dinares más. En Túnez dicen que te puedes llevar las cosas por una cuarta o quinta parte de lo que piden inicialmente. Yo no sé regatear.
Mi novia y yo nos descalzamos y nos pusimos a pasear por la playa. Nos hicimos muchas fotos. Ella iba por delante con la camera. La veo sentada encima de una barca. Hay un moro guapo y joven hablando con ella. Mi novia agarraba la camera con mucha fuerza.
Están hablando en inglés. No afecta la conversación el qué yo me una. El cuenta que trabaja en una tienda de souvenirs al otro lado del paseo marítimo. Durante el verano trabaja en un hotel. Después del verano no hay trabajo. Dice que no le gusta la cultura de su país. Que es muy difícil relacionarse con las mujeres. Cuando estuvo un mes con su tío en Londrés le encantó tratar con las inglesas.
El dice que el problema de Túnez es que las mujeres no se relacionan con los hombre. "No Sunshine" dice y repite. Tardé varios minutos en darme cuenta de que esto de los rayos solares era un eufemismo de follar. Para el era prácticamente imposible echar polvetes con las nativas. Además carecía de medios para casarse. En Túnez está muy mal visto que una mujer se acueste con un hombre si no está casada.
El moro comentó que el verano era su fuente de "Sunshine". Ofrecía sus servicios a mujeres occidentales. Ellas le pagaban hasta 60 euros. Me preguntó cuantos camellos pedía yo por una hora de "Sunshine" con mi novia. No sabiendo como llevarnos los camellos a España, rechazamos su propuesta. El tío no se había cortado lo más mínimo. Poco después nos despedimos de el.
En Túnez los hombres venden muchas cosas. Algunos venden chilabas, cachimbas y demás souvenirs. Otros venden su tiempo en el sector de la hostelería. El que conocimos, además, vendía su cuerpo a las turistas extranjeras.
Volamos otra vez con Air Europa, sin duda una de las peores líneas aéreas en existencia. Además de no ofrecer ninguna consumición gratuita, venden productos de baja calidad a un precio importante. Ninguna atención con los clientes y encima ocupan el pasillo con su carrito de la estafa. Pusieron publicidad de su "maravillosa" empresa todo el vuelo. Parece que los muy ilusos hasta tienen un programa de fidelidad.
Debe de ser muy incómodo para un árabe entrar en Europa. Le deben de hacer la vida imposible. Si no, no se explica el panorama que nos encontramos en las aduanas. Colas larguísimas, atendidas por agentes muy pausados. Para más inri había que pasar por un detector de metales antes de recoger la maleta. Viendo las trabas que les ponen a sus ciudadanos en países occidentales, nos han decidido dar un trago de nuestra propia medicina. El control tenía muy poco que ver con seguridad y mucho con hacer perder el tiempo. No demasiado. Si fuese demasiado no volveríamos a pisar el país. Necesitan el dinero de nuestro turismo.
Primer día, primer escarmiento. Un moro muy guapo nos ofreció una excursión gratis. Nos quedamos muy sorprendidos cuando vimos que estábamos solos en el taxi. Era el timo de las alfombras. Mucha gente, acojonada por el panorama se gastó miles de euros por temor a que dejasen sus cuerpos sin vida en una zanja. Lo gracioso es que el moro trabaja en el hotel Globalia Savana. Por lo menos llevaba una tarjeta que le identificaba como empleado. Parece que el hotel no satisfecho con los ingresos por alojamiento y bebidas, se quiere sacar pelas con la estafa de las alfombras.
Tuve la impresión que muchos moros que trabajan cara al turista nos desprecian. Han visto suficiente desaire por parte de algunos occidentales para tenernos asco a todos. Te piden un cigarrillo y cogen dos. Regateas y te estafan. Se pegan como lapas si te paras a mirar algo en sus tiendas. El primer precio que te ofrecen es tal estafa que me apetece darle un plantón. Me siento objeto de discriminación. Claro está, ellos viven ahí y nosotros no somos más que visitantes.
Lo que los occidentales estemos mal vistos en Túnez, tiene lógica. Ha habido muchísimos siglos de racismo y desprecio contra los moros. El desprecio genera desprecio. Si has oído que alguien te detesta y has estado lo suficientemente expuesto al otro para ver algunos desplantes a tu cultura es muy fácil detestar a todos los que son diferentes.
Nos dimos cuenta que en cuanto nos alejábamos un poquito de las zonas turísticas, el trato era muy correcto. No habían aprendido a tratar al extraño como un inferior. Nos respetaban. Parece que la tendencia es darle el beneficio de la duda al extraño. Los que trabajan cara al turista se han dado cuenta de cosas de los turistas que no les atraen. Viendo cosas que no te gustan en algunos integrantes de un colectivo, es fácil generalizar.
La configuración de la zona turística en la que estamos no ayuda al entendimiento. Los únicos árabes a los que estamos expuestos o bien nos están sirviendo o bien nos están vendiendo cosas. Los tunecinos viven al otro lado de una valla. Dentro de la valla hay además muchos hoteles. Únicamente hay una entrada al recinto de los hoteles. Encontramos otro recinto con solo una entrada donde había clubes de lujo y mansiones. El ciudadano medio tunecino no tiene acceso a la zona de hoteles. Únicamente se ven tunecinos que o bien trabajan cara al turista o bien trabajan en la construcción. Guardias de seguridad se encargan de evitar que los nativos puedan acceder a los hoteles. No hay sensación de encontrarse en África. Esa es la sensación que quieren transmitir las grandes cadenas hoteleras. Los moros a tu servicio.
La primera vez que verifiqué lo que Google tenía indexado de mi Web me quedé horrorizado. Ejecuté site:andreso.net y vi que todas mis páginas de contenido tenían el id de sesión en la URL. Esto significa que la parte final de los enlaces que almacenaba el buscador contenían algo como &PHPSESSID=A53cdp1sst2rev. Ese identificador de sesión es diferente para cada visitante. Al visitar una página varias veces y ver que los enlaces son distintos pero que el contenido es el mismo los buscadores te castigan. Los buscadores detestan el contenido duplicado.
Lo peor de todo fue la galería de fotos que instalé. La primera vez que me conecté al panel de administración de la galería vi que tenía la opción de mostrar los mensajes internos en varios idiomas. Además existía la posibilidad, pulsando un simple enlace, de cambiar el lenguaje en el que se muestran estos mensajes. Lo activé. En cada página de mi galería había una cabecera con la bandera más representativa de cada lenguaje. Pulsando a esa bandera se cambiaba el leguaje.
Google encontró los enlaces de los distintos lenguajes. Cuando un buscador analiza una página, va apuntando todos los enlaces para visitarlos luego. Guarda una lista de todos los enlaces que aparecen y va visitándolas de una en una. Si hubiese más enlaces, los agregaría a la lista. Google había conseguido enlaces de las páginas de mi galería de fotos en muchos idiomas. Visitaba toda la galería en cada uno y todos de los idiomas que tengo.
La primera medida que tomé fue modificar la galería para que en las cabeceras informase a los buscadores que no quería que estas páginas se indexasen. No funcionó. Verificando mi Web en Google veo que casi todas las páginas almacenadas son unas pocas páginas de la galería en distintos idiomas. Lo que me interesa que aparezca, lo que escribo en este página, no está en la lista.
Hay un fichero llamado robots.txt que lista las páginas y carpetas que se quiere evitar que aparezcan en los buscadores. He añadido la galería de fotos a este fichero. Además he cambiado el programa que muestra mi Web. Ahora tengo enlaces bonitos, sin parámetros, en todo mi contenido. Me he apuntado a un servicio de Google que muestra como el buscador ve mi Web. Según este servicio el 80% de todas mis páginas están
en chino. Los efectos colaterales de permitir mostrar una interfaz en varios idiomas. El primer enlace de mi página principal apuntaba a la galería de fotos. El primer enlace de la galería de fotos era para mostrar el interfaz en chino. También tenía páginas en coreano y turco.
Ya llevo casi medio año intentando solucionar el problema que mi poco conocimiento del funcionamiento de los buscadores causo. Lo último que he hecho es mover mi galería de fotos de sitio. A ver si eso funciona.
Para evitar mostrar páginas basura, Google mantiene las Web poco importantes, como la mía, en cuarentena. Lo llaman The Google Sandbox. Dicen que pasados varios meses ya sales de la cuarentena. Yo todavía estoy ahí. Ningún artículo de los que he escrito desde que cambié el software del portal están listados. Está claro que sin los buscadores no voy a conseguir que nadie lea lo que escribo.
Andreso