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El hotel Globalia Savana

El hotel Globalia Savana

El exterior del hotel

La comida que sirvieron durante nuestra estancia no me gustó.  Era tipo bufé.  Estaba fría, insípida y demasiado cocinada.  Había cocina en vivo.  Dejaba mucho que desear.  Por las mañanas, un estudiante de hostelería hacía huevos fritos y tortitas.  En la comida y la cena recalentaba pasta demasiado hervida haciéndote una salsa de tomate con los ingredientes que deseases.  Una vez hubo cordero asado, frío por supuesto.

El todo incluido era también cutre.  El zumo de frutas que servían era hecho a base de polvos.  Únicamente te servían cerveza de barril.  Aunque la cerveza embotellada valiese una fracción más, no estaba incluida.  Los refrescos eran todos de botellas de plástico por lo cual, a menos que tuvieras la suerte de que empezaran una botella nueva, nunca tenían gas.  Las bebidas alcohólicas eran casi todas de marcas genéricas, de bajo coste, de las cuales casi nadie ha visto en un comercio.  Los cubatas los servían en vasos minúsculos.  Aún así estoy muy contento de que contratásemos el todo incluido.  No tuvimos ningún gasto extra en el hotel.

La habitación nos gustó mucho.  Era amplia.  Tenía una terraza con vistas al mar.  El inodoro estaba en una habitación separada.  El cuarto de baño era amplio.  El agua de la ducha tenía suficiente presión.  Había dos camas individuales por lo cual era fácil dormir sin molestar al prójimo.  Las camas eran lo suficientemente amplias para que en caso de necesidad cupiésemos los dos.  Hacía falta pagar una fianza de 20 euros para el control remoto de la televisión.  Este mando era imprescindible para verla.  El agua de grifo era potable.  

El interior del hotel globalia Savana

El interior del hotel

Todas las noches el departamento de animación montaba un espectáculo de unos 20 minutos.  No era gran cosa pero lo encontrábamos ameno.  Todas las noches, cuando bajaban del escenario, nos decían que la fiesta seguía en el café moro.  Esta está decorada con motivos árabes y te puedes fumar una cachimba o tomarte un té.  Ninguna consumición del café moro está incluida en nuestro todo incluido.  Fuimos un día después del espectáculo y lo único que pasó es que unos animadores estaban sentados con unos huéspedes.  Muy aburrido.  Hubo un grupo de gente que se quejó de la mala calidad de la animación.

Una cosa que me disgustó mucho del hotel Globalia Savana es que tenían contratado un empleado para timar a los recién llegados.  Un embaucador se acercaba a todos los huéspedes su primer día de estancia.  Les ofrece la posibilidad de ver Hammamet y Nabeul, de hacer compras y de hacer fotos en una fábrica de alfombras.  Todo gratis.  Esto es una excusa para intentar obligarte comprar una alfombra que no necesitas por mucho más dinero que el que vale en contra de tu voluntad.  En la fábrica de alfombras te someten a muchísima presión.  Seguro que la fábrica le da una buena comisión al hotel.  Nosotros picamos y pasamos verdadero miedo.  Si no es el primer día, cuando todavía eres novato, no hay posibilidad de ir a la fábrica de alfombras.  Eso es prueba clara que se trata de un timo.  El hotel Savana se enriquece estafando sus huéspedes más novatos.  Es fácil que un huésped se gaste muchos euros por miedo.

El Andreso 

Impresiones de Tunez

Volamos otra vez con Air Europa, sin duda una de las peores líneas aéreas en existencia.  Además de no ofrecer ninguna consumición gratuita, venden productos de baja calidad a un precio importante.  Ninguna atención con los clientes y encima ocupan el pasillo con su carrito de la estafa.  Pusieron publicidad de su "maravillosa" empresa todo el vuelo.  Parece que los muy ilusos hasta tienen un programa de fidelidad.

Debe de ser muy incómodo para un árabe entrar en Europa.  Le deben de hacer la vida imposible.  Si no, no se explica el panorama que nos encontramos en las aduanas.  Colas larguísimas, atendidas por agentes muy pausados.  Para más inri había que pasar por un detector de metales antes de recoger la maleta.  Viendo las trabas que les ponen a sus ciudadanos en países occidentales, nos han decidido dar un trago de nuestra propia medicina.  El control tenía muy poco que ver con seguridad y mucho con hacer perder el tiempo.  No demasiado.  Si fuese demasiado no volveríamos a pisar el país.  Necesitan el dinero de nuestro turismo.

Primer día, primer escarmiento.  Un moro muy guapo nos ofreció una excursión gratis.  Nos quedamos muy sorprendidos cuando vimos que estábamos solos en el taxi.  Era el timo de las alfombras.  Mucha gente, acojonada por el panorama se gastó miles de euros por temor a que dejasen sus cuerpos sin vida en una zanja.  Lo gracioso es que el moro trabaja en el hotel Globalia Savana.  Por lo menos llevaba una tarjeta que le identificaba como empleado.  Parece que el hotel no satisfecho con los ingresos por alojamiento y bebidas, se quiere sacar pelas con la estafa de las alfombras.

Tuve la impresión que muchos moros que trabajan cara al turista nos desprecian.  Han visto suficiente desaire por parte de algunos occidentales para tenernos asco a todos.  Te piden un cigarrillo y cogen dos.  Regateas y te estafan.  Se pegan como lapas si te paras a mirar algo en sus tiendas.  El primer precio que te ofrecen es tal estafa que me apetece darle un plantón.  Me siento objeto de discriminación.  Claro está, ellos viven ahí y nosotros no somos más que visitantes.

Lo que los occidentales  estemos mal vistos en Túnez, tiene lógica.  Ha habido muchísimos siglos de racismo y desprecio contra los moros.  El desprecio genera desprecio.  Si has oído que alguien te detesta y has estado lo suficientemente expuesto al otro para ver algunos desplantes a tu cultura es muy fácil detestar a todos los que son diferentes.

Nos dimos cuenta que en cuanto nos alejábamos un poquito de las zonas turísticas,  el trato era muy correcto.  No habían aprendido a tratar al extraño como un inferior.  Nos respetaban.  Parece que la tendencia es darle el beneficio de la duda al extraño.  Los que trabajan cara al turista se han dado cuenta de cosas de los turistas que no les atraen.  Viendo cosas que no te gustan en algunos integrantes de un colectivo, es fácil generalizar.

La configuración de la zona turística en la que estamos no ayuda al entendimiento.  Los únicos árabes a los que estamos expuestos o bien nos están sirviendo o bien nos están vendiendo cosas.  Los tunecinos viven al otro lado de una valla.  Dentro de la valla hay además muchos hoteles.  Únicamente hay una entrada al recinto de los hoteles.  Encontramos otro recinto con solo una entrada donde había clubes de lujo y mansiones. El ciudadano medio tunecino no tiene acceso a la zona de hoteles.  Únicamente se ven tunecinos que o bien trabajan cara al turista o bien trabajan en la construcción.   Guardias de seguridad se encargan de evitar que los nativos puedan acceder a los hoteles.  No hay sensación de encontrarse en África.  Esa es la sensación que quieren transmitir las grandes cadenas hoteleras.  Los moros a tu servicio.

Vacaciones en Lanzarote

El viaje pudo haber empezado mejor. En el avión nos sentaron en asientos separados. Además como era un vuelo chárter, el avión iba completamente lleno. Todos los asientos estaban ocupados por parejas y unidades familiares. Nos fue completamente imposible cambiarle el asiento para que estar juntos. Aunque me quejé mucho a la tripulación, el capitán no consideró nuestro caso lo suficientemente grave para pasarnos a primera. Para rematar la faena uno de nuestros vecinos de asiento abultaba mucho y encima desprendía un olor desagradable. Rellené una carta de reclamación quejándome de que fuésemos la única pareja que hicimos el vuelo separados. No recibí respuesta.

Me gustó mucho el hotel. Teníamos un apartamento con un salón amplio. En ella había una cocina americana separada del resto de la habitación por una barra. Me encantó que tuviésemos nuestra propia nevera. El dormitorio también era amplio y cómodo, así como el cuarto de baño. Además el agua tenía mucha presión. Cada ducha se convertía en un lujoso masaje. El complejo era grande con unos 250 apartamentos en total. Tenía dos piscinas, una para los privilegiados y otra para la plebe como nosotros. El restaurante era pequeño. Hacía falta ir temprano para evitar esperar un cuarto de hora en la puerta. El café del desayuno era horrible. Yo me hacía mi propio café, riquísimo, en nuestra cocina. Lo que más me gustó de la cena era la gran variedad de ensaladas frías que servían. Los segundos además de estar fríos, estaban lo suficientemente sobre cocinados para tener una textura desagradable. Me desagradó que el agua no estuviese incluida en la media pensión. El que nos cobrasen medio litro de agua a casi dos euros me pareció tan pesetero que acabé mosqueado.

Amigos míos habían ido poco antes que nosotros a Lanzarote y me habían contado cosas que hacía falta ver. El parque nacional Timanfaya, repleto de volcanes, era imprescindible. Una vez ahí era necesario montar en camello. Además me recomendaron la cueva de los Verdes con su secreto. En la orientación del primer día, entre otras excursiones, ofrecían un recorrido por Lanzarote que incluía estos dos elementos. Después de mucho trabajo de persuasión, conseguí convencer a mi novia. La excursión la hicimos a la mitad de nuestras vacaciones. Nos vino a recoger un autobús cerca del hotel, a primera hora de la mañana del día más caluroso de nuestra estancia. El autobús nos llevó por toda la isla. El guía estuvo hablando sin parar durante las nueve horas de exursión. Nos contó acerca de Cesar Manrique, que el solito había diseñado toda la isla. Ha sido tanto el principal arquitecto como el principal artista de la isla. Fue el responsable de que todos los edificios tuvieran dos plantas de altura, pintados de blanco con las puertas verdes. Diseñó uno de los símbolos más conocidos de la isla: el demonio de Timanfaya.

El parque nacional de Timanfaya es un paisaje lunar, todo piedra volcánica negra hasta donde llegan los ojos. La única vegetación son unos pocos juncos. Manrique diseñó un restaurante donde se cocina con el calor volcánico. Nos hicieron tres demostraciones de lo caliente que está el subsuelo: Nos echaron ceniza volcánica en la mano, echaron agua a un agujeró y salió un géiser, y echaron un rastrojo en otro agujero. El rastrojo ardió. La siguiente parada interesante fueron los viñedos que hay en la mitad de la isla. Aunque parezca increíble, teniendo en cuenta que apenas llueve en la isla y que no vimos un solo árbol, Lanzarote es el granero de las islas Canarias. El agua para la agricultura proviene de la condensación de la humedad del aire sobre ceniza volcánica negra que cubre totalmente las plantas. Las plantas están en el fondo de oquedades con un muro de piedra bloqueando el viento constante. Sin ese muro el viento quemaría las plantas. Había viñas hasta el horizonte, cada una en su propia oquedad. En una bodega catamos los caldos autóctonos. Nos compramos un par de botellas.

Al final llegamos a la cueva de los Verdes. Justo al entrar en la cueva, se le acabaron las pilas a mi camera. La cueva es digna de ver. Está llena de cosas parecidas a estalagmitas y estalactitas, pero que, al ser volcánicas, se llaman de otra forma. Estas cuevas se forman al solidificarse la parte superior del lava,mientras por debajo sigue fluyendo. El guía contó que piratas invadieron la isla para capturar esclavos. Toda la población se escondió en esta cueva, siendo muy fácil de defender. Cuando los piratas sitiaron la entrada no consiguieron amedrantar a la población. Había otra salida en los Jameos del Agua. Al final los piratas consiguieron capturar a la mayor parte de la población gracias a un traidor, que para proteger a su familia, mintió a los que se escondían en la cueva diciéndoles que los piratas se habían ido. El secreto de la cueva es que el tejado de la caverna se refleja en un charco grande. El charco es un espejo perfecto ya que no hay nada de aire. Parece que hay una gran caverna al otro lado de un precipicio.

Por nuestra cuenta fuimos en guagua a Costa Blanca, una de las zonas turísticas principales de Lanzarote. Aunque Lanzarote tiene únicamente unos 50 km de largo, tardamos más de dos horas en llegar a nuestro destino. Ese fue un día de playa y de compras. El resto de los días fueron de playa o de piscina. nos regalamos casi todos los días una buena siesta. Aprovechando la cocina y la nevera de nuestro apartamento, muchos días comimos ahí. Todas las noches nos acercamos al pueblo, que estaría a 45 minutos andando del hotel. Estuvimos muchas veces en bares donde nadie hablaba español. El único punto negativo de las vacaciones fue que mi novia comió algo que la sentó mal. La pobrecita tuvo el estomago los últimos días. No quiso hacer una excursión en guagua al norte de la isla. Me quedé con las ganas. Nos despedimos de nuestras vacaciones con una buena cena.