El viaje pudo haber empezado mejor. En el avión nos sentaron en asientos separados. Además como era un vuelo chárter, el avión iba completamente lleno. Todos los asientos estaban ocupados por parejas y unidades familiares. Nos fue completamente imposible cambiarle el asiento para que estar juntos. Aunque me quejé mucho a la tripulación, el capitán no consideró nuestro caso lo suficientemente grave para pasarnos a primera. Para rematar la faena uno de nuestros vecinos de asiento abultaba mucho y encima desprendía un olor desagradable. Rellené una carta de reclamación quejándome de que fuésemos la única pareja que hicimos el vuelo separados. No recibí respuesta.
Me gustó mucho el hotel. Teníamos un apartamento con un salón amplio. En ella había una cocina americana separada del resto de la habitación por una barra. Me encantó que tuviésemos nuestra propia nevera. El dormitorio también era amplio y cómodo, así como el cuarto de baño. Además el agua tenía mucha presión. Cada ducha se convertía en un lujoso masaje. El complejo era grande con unos 250 apartamentos en total. Tenía dos piscinas, una para los privilegiados y otra para la plebe como nosotros. El restaurante era pequeño. Hacía falta ir temprano para evitar esperar un cuarto de hora en la puerta. El café del desayuno era horrible. Yo me hacía mi propio café, riquísimo, en nuestra cocina. Lo que más me gustó de la cena era la gran variedad de ensaladas frías que servían. Los segundos además de estar fríos, estaban lo suficientemente sobre cocinados para tener una textura desagradable. Me desagradó que el agua no estuviese incluida en la media pensión. El que nos cobrasen medio litro de agua a casi dos euros me pareció tan pesetero que acabé mosqueado.
Amigos míos habían ido poco antes que nosotros a Lanzarote y me habían contado cosas que hacía falta ver. El parque nacional Timanfaya, repleto de volcanes, era imprescindible. Una vez ahí era necesario montar en camello. Además me recomendaron la cueva de los Verdes con su secreto. En la orientación del primer día, entre otras excursiones, ofrecían un recorrido por Lanzarote que incluía estos dos elementos. Después de mucho trabajo de persuasión, conseguí convencer a mi novia. La excursión la hicimos a la mitad de nuestras vacaciones. Nos vino a recoger un autobús cerca del hotel, a primera hora de la mañana del día más caluroso de nuestra estancia. El autobús nos llevó por toda la isla. El guía estuvo hablando sin parar durante las nueve horas de exursión. Nos contó acerca de Cesar Manrique, que el solito había diseñado toda la isla. Ha sido tanto el principal arquitecto como el principal artista de la isla. Fue el responsable de que todos los edificios tuvieran dos plantas de altura, pintados de blanco con las puertas verdes. Diseñó uno de los símbolos más conocidos de la isla: el demonio de Timanfaya.
El parque nacional de Timanfaya es un paisaje lunar, todo piedra volcánica negra hasta donde llegan los ojos. La única vegetación son unos pocos juncos. Manrique diseñó un restaurante donde se cocina con el calor volcánico. Nos hicieron tres demostraciones de lo caliente que está el subsuelo: Nos echaron ceniza volcánica en la mano, echaron agua a un agujeró y salió un géiser, y echaron un rastrojo en otro agujero. El rastrojo ardió. La siguiente parada interesante fueron los viñedos que hay en la mitad de la isla. Aunque parezca increíble, teniendo en cuenta que apenas llueve en la isla y que no vimos un solo árbol, Lanzarote es el granero de las islas Canarias. El agua para la agricultura proviene de la condensación de la humedad del aire sobre ceniza volcánica negra que cubre totalmente las plantas. Las plantas están en el fondo de oquedades con un muro de piedra bloqueando el viento constante. Sin ese muro el viento quemaría las plantas. Había viñas hasta el horizonte, cada una en su propia oquedad. En una bodega catamos los caldos autóctonos. Nos compramos un par de botellas.
Al final llegamos a la cueva de los Verdes. Justo al entrar en la cueva, se le acabaron las pilas a mi camera. La cueva es digna de ver. Está llena de cosas parecidas a estalagmitas y estalactitas, pero que, al ser volcánicas, se llaman de otra forma. Estas cuevas se forman al solidificarse la parte superior del lava,mientras por debajo sigue fluyendo. El guía contó que piratas invadieron la isla para capturar esclavos. Toda la población se escondió en esta cueva, siendo muy fácil de defender. Cuando los piratas sitiaron la entrada no consiguieron amedrantar a la población. Había otra salida en los Jameos del Agua. Al final los piratas consiguieron capturar a la mayor parte de la población gracias a un traidor, que para proteger a su familia, mintió a los que se escondían en la cueva diciéndoles que los piratas se habían ido. El secreto de la cueva es que el tejado de la caverna se refleja en un charco grande. El charco es un espejo perfecto ya que no hay nada de aire. Parece que hay una gran caverna al otro lado de un precipicio.
Por nuestra cuenta fuimos en guagua a Costa Blanca, una de las zonas turísticas principales de Lanzarote. Aunque Lanzarote tiene únicamente unos 50 km de largo, tardamos más de dos horas en llegar a nuestro destino. Ese fue un día de playa y de compras. El resto de los días fueron de playa o de piscina. nos regalamos casi todos los días una buena siesta. Aprovechando la cocina y la nevera de nuestro apartamento, muchos días comimos ahí. Todas las noches nos acercamos al pueblo, que estaría a 45 minutos andando del hotel. Estuvimos muchas veces en bares donde nadie hablaba español. El único punto negativo de las vacaciones fue que mi novia comió algo que la sentó mal. La pobrecita tuvo el estomago los últimos días. No quiso hacer una excursión en guagua al norte de la isla. Me quedé con las ganas. Nos despedimos de nuestras vacaciones con una buena cena.