El jefe de proyecto le decía a un desarrollador tras otro que se pusiera las pilas. En cuanto les decían por primera vez que se pusieran las pilas empezaban a buscar trabajo. Como la situación laboral era tan buena en el mundo de la informática, los tardaban muy poco en encontrarlo. Se había establecido la rutina que el jefe de proyecto le decía a un desarrollador que se pusiera las pilas y a las tres semanas este avisaba que se iba porque había encontrado un trabajo donde le respetaran. Había una rotación exagerada en el proyecto. Según los rumores que corrían entre mis compañeros se habían ido un total de 12 desarrolladores del proyecto antes que entrase yo. En los tres meses que estuve nos marchamos cinco.
Tanta rotación es una clara señal de que algo no funcionaba. Era una clara señal de que había algo que estaba podrido en el departamento. En una empresa tan grande como esta es lógico que haya departamentos que estén mal gestionados. El jefe de departamento tenía mucha labia. No sabía gestionar un departamento. El que se fueran 17 desarrolladores de un proyecto es una clarísima señal de que algo estaba podrido en el proyecto. El que no hicieran ningún cambio enel proyecto hasta que el jefe de proyecto estuvo de baja es una clara señal de que algo estaba podrido en el departamento. Al jefe de departamento le pusieron a cargo de otro departamento. Sería demasiado caro despedirle. Quizás en el nuevo departamento no sea tan dañino para la empresa.
Entre un jefe de departamento que no quiso asignar los suficientes recursos al proyecto, un jefe de proyecto que estaba quemadísimo, y la grandísima rotación que había, el proyecto era un infierno. Al final me tocó mi turno para que me dijeran que me pusiera las pilas. Yo ya llevaba un par de semanas trabajando los fines de semana. Me parecía un proyecto muy bonito. Era una cuestión de orgullo que saliera adelante. Me sintió fatal el qué el jefe del proyecto me dijera que en su opinión yo no trabajaba lo suficientemente duro. Me había matado a trabajar. Y lo que me quedaba. El que el jefe del proyecto me dijera que me pusiera las pilas significó que yo ya no estaba a gusto en el trabajo. Me dije que estaría mejor en cualquier parte. Me puse las pilas en encontrar un trabajo nuevo. Le hice caso al jefe de proyecto. El día siguiente el jefe de proyecto sufrió un accidente de tráfico y estuvo de baja un mes. No tuve la oportunidad de expresar mi disgusto. No tuve ocasión de mejorar mi ambiente laboral expresando mi disgusto con su gestión.
Estuvimos unos diez días sin nadie que guiara el timón. El segundo a bordo no tenía la suficiente soltura con gente como para ser capaz de motivarnos. Los diez días que pasaron hasta que nos asignaron otro jefe de proyecto fueron bastante más relajados. Un compañero que había dado aviso de que se iba adelantó su partida por incompatibilidades con el segundo de abordo.
El proyecto debía haber sido entregado el día después de que el jefe de proyecto sufriera el accidente. Tras mucho suplicar, el jefe del departamento consiguió un aplazamiento. Era una buena escusa tener al jefe de proyecto lesionado justo antes de la fecha de entrega. El jefe del departamento nos presionaba para que trabajásemos fines de semana y festivos. Cometimos el error de hacerle caso. Estuve tres meses casi sin disfrutar de ningún fin de semana para mí. Es una experiencia que intentaré no repetir jamás.
El jefe del departamento movió viento y marea para conseguir un sustituto. Al décimo día empezó a trabajar con nosotros el nuevo jefe de proyecto. Daba gusto trabajar con el. El método para que rindiéramos del anterior jefe de proyecto era continuamente manifestar que nunca estaba contento con nuestro trabajo. Su gestión se limitaba a una interminable sucesión de fechas límite. El sustituto sabía transmitir que valoraba nuestro trabajo. Seguíamos trabajando como bestias. Yo estaba ya quemadísimo. Aún así recuerdo estas semanas con el sustituto como más positivas que negativas. A diferencia de la gestión del anterior jefe de proyecto yo estaba a gusto, aún cuando estaba tan estresado que me costaba orinar, aún cuando yo estaba tan estresado que me costaba dormir por las noches, aún cuando me levantaba por las mañanas como un cordero que van a llevar al matadero. La diferencia que hace saber tratar un trabajador como un ser humano, en vez de nunca estar satisfecho con su rendimiento.
Los currículos que había mandado cuando el jefe de proyecto me dijo que me pusiera las pilas empezaron a surtir efecto. Me empezaron a llegar ofertas de entrevistas. Ante la larga sucesión de fines de semana trabajando lancé un órdago para tener unos días de descanso entre semana. Pensaba aprovechar estos días para ir a las entrevistas. Concreté unas seis entrevistas para esos dos días. Al segundo día tuve un ataque de ansiedad. Conseguí una baja para tener otro día de descanso. Una baja por ansiedad que fue casi el único descanso que tuve en este proyecto.El día que me incorporaba, después de la baja, también fui a una entrevista de trabajo. Mientras iba en el autobús camino a Alcobendas, hacia el mediodía, le estaba dando vueltas a como justificar mi tardanza. No se me ocurría ninguna escusa buena. Al final se me hizo la luz. Como no estaba nada a gusto en el trabajo y había tardado poco en encontrar este, decidí dar aviso de que me iba. Ya había empezado a tener entrevistas. Yo no iba a tardar mucho en conseguir un trabajo nuevo. Además como estaba tan harto de la presión continua, no tenía ninguna gana de seguir. Aún tuve que trabajar otro fin de semana.
Al final conseguí una oferta en firme. Era el lunes. El lunes siguiente sería mi primer día de trabajo en el nuevo puesto de trabajo. El jefe de proyecto había vuelto de su baja. Le comenté que el jueves sería mi último día en ese proyecto. Me recordó que yo me había comprometido a quedarme otra semana. A mí me apetecía mucho tener un día de descanso entre trabajo y trabajo. Estando de periodo de pruebas, no tenía ninguna obligación de quedarme. Me podía ir cuando quisiera. Le dije que mi decisión era firme.
El día siguiente era mi antepenúltimo día. Dos días de curro más y podía dejar ese marrón atrás para siempre. El día laboral fue bien. Me concentraba. Avanzaba en mi trabajo. Disfruté como siempre de los descansos habituales con mis compañeros. Hacia el final del día todo se torció. Bajé a fumar con el jefe del proyecto. Ahí, en la entrada del edificio me dijo que en su opinión yo no trabajaba lo suficiente. Después de los 12 festivos que había trabajado y los tres días de baja por ansiedad, me dijo que me pusiera las pilas. El jefe de proyecto había herido mi orgullo. Cinco minutos después se fue a su casa. Me privo de la posibilidad de arreglar el asunto por las buenas. Lo arreglé por las malas.
Al poco de irse el jefe de proyecto tras el bombazo que me soltó empecé a darle vueltas al asunto. Me iba cabreando cada vez más. Antes de irme le escribí un correo recordándole los efectos desastrosos que había tenido sobre el proyecto el que el jefe nunca estuviera satisfecho con el trabajo de sus desarrolladores. Lo malo que había sido para el proyecto que desarrollador tras desarrollador se fuera al poco de que el jefe de proyecto le motivase. También le recordé en el correo que yo estaba en periodo de pruebas y que me podía ir cuando quisiera.