Volamos otra vez con Air Europa, sin duda una de las peores líneas aéreas en existencia.  Además de no ofrecer ninguna consumición gratuita, venden productos de baja calidad a un precio importante.  Ninguna atención con los clientes y encima ocupan el pasillo con su carrito de la estafa.  Pusieron publicidad de su "maravillosa" empresa todo el vuelo.  Parece que los muy ilusos hasta tienen un programa de fidelidad.

Debe de ser muy incómodo para un árabe entrar en Europa.  Le deben de hacer la vida imposible.  Si no, no se explica el panorama que nos encontramos en las aduanas.  Colas larguísimas, atendidas por agentes muy pausados.  Para más inri había que pasar por un detector de metales antes de recoger la maleta.  Viendo las trabas que les ponen a sus ciudadanos en países occidentales, nos han decidido dar un trago de nuestra propia medicina.  El control tenía muy poco que ver con seguridad y mucho con hacer perder el tiempo.  No demasiado.  Si fuese demasiado no volveríamos a pisar el país.  Necesitan el dinero de nuestro turismo.

Primer día, primer escarmiento.  Un moro muy guapo nos ofreció una excursión gratis.  Nos quedamos muy sorprendidos cuando vimos que estábamos solos en el taxi.  Era el timo de las alfombras.  Mucha gente, acojonada por el panorama se gastó miles de euros por temor a que dejasen sus cuerpos sin vida en una zanja.  Lo gracioso es que el moro trabaja en el hotel Globalia Savana.  Por lo menos llevaba una tarjeta que le identificaba como empleado.  Parece que el hotel no satisfecho con los ingresos por alojamiento y bebidas, se quiere sacar pelas con la estafa de las alfombras.

Tuve la impresión que muchos moros que trabajan cara al turista nos desprecian.  Han visto suficiente desaire por parte de algunos occidentales para tenernos asco a todos.  Te piden un cigarrillo y cogen dos.  Regateas y te estafan.  Se pegan como lapas si te paras a mirar algo en sus tiendas.  El primer precio que te ofrecen es tal estafa que me apetece darle un plantón.  Me siento objeto de discriminación.  Claro está, ellos viven ahí y nosotros no somos más que visitantes.

Lo que los occidentales  estemos mal vistos en Túnez, tiene lógica.  Ha habido muchísimos siglos de racismo y desprecio contra los moros.  El desprecio genera desprecio.  Si has oído que alguien te detesta y has estado lo suficientemente expuesto al otro para ver algunos desplantes a tu cultura es muy fácil detestar a todos los que son diferentes.

Nos dimos cuenta que en cuanto nos alejábamos un poquito de las zonas turísticas,  el trato era muy correcto.  No habían aprendido a tratar al extraño como un inferior.  Nos respetaban.  Parece que la tendencia es darle el beneficio de la duda al extraño.  Los que trabajan cara al turista se han dado cuenta de cosas de los turistas que no les atraen.  Viendo cosas que no te gustan en algunos integrantes de un colectivo, es fácil generalizar.

La configuración de la zona turística en la que estamos no ayuda al entendimiento.  Los únicos árabes a los que estamos expuestos o bien nos están sirviendo o bien nos están vendiendo cosas.  Los tunecinos viven al otro lado de una valla.  Dentro de la valla hay además muchos hoteles.  Únicamente hay una entrada al recinto de los hoteles.  Encontramos otro recinto con solo una entrada donde había clubes de lujo y mansiones. El ciudadano medio tunecino no tiene acceso a la zona de hoteles.  Únicamente se ven tunecinos que o bien trabajan cara al turista o bien trabajan en la construcción.   Guardias de seguridad se encargan de evitar que los nativos puedan acceder a los hoteles.  No hay sensación de encontrarse en África.  Esa es la sensación que quieren transmitir las grandes cadenas hoteleras.  Los moros a tu servicio.