Llegamos al paseo marítimo.  Nos paramos en varias tiendas.  A casi todos los vendedores los conseguimos ahuyentar diciéndoles que no teníamos dinero.  Vi una chaqueta de lana que me pareció muy bonita.  Mi novia le preguntó al vendedor cuanto costaba.  Dio un precio desorbitado.  Yo insistí que no teníamos dinero.  Dijo que aceptaba tarjetas de crédito.  Nos atosigaba ordenándonos que le diésemos un precio.  Yo estaba tan agobiado que quería huir.  No nos dejaba.  Al final le ofrecí menos de la tercera parte.  Acordamos cinco dinares más.  En Túnez dicen que te puedes llevar las cosas por una cuarta o quinta parte de lo que piden inicialmente.  Yo no sé regatear.

Mi novia y yo nos descalzamos y nos pusimos a pasear por la playa.  Nos hicimos muchas fotos.  Ella iba por delante con la camera.  La veo sentada encima de una barca.  Hay un moro guapo y joven hablando con ella.  Mi novia agarraba la camera con mucha fuerza.

Están hablando en inglés.  No afecta la conversación el qué yo me una.  El cuenta que trabaja en una tienda de souvenirs al otro lado del paseo marítimo.  Durante el verano trabaja en un hotel.  Después del verano no hay trabajo.  Dice que no le gusta la cultura de su país.  Que es muy difícil relacionarse con las mujeres.  Cuando estuvo un mes con su tío en Londrés le encantó tratar con las inglesas.

El dice que el problema de Túnez es que las mujeres no se relacionan con los hombre.  "No Sunshine" dice y repite.  Tardé varios minutos en darme cuenta de que esto de los rayos solares era un eufemismo de follar.  Para el era prácticamente imposible echar polvetes con las nativas.  Además carecía de medios para casarse.  En Túnez está muy mal visto que una mujer se acueste con un hombre si no está casada.

El moro comentó que el verano era su fuente de "Sunshine".  Ofrecía sus servicios a mujeres occidentales.  Ellas le pagaban hasta 60 euros.  Me preguntó cuantos camellos pedía yo por una hora de "Sunshine" con mi novia.  No sabiendo como llevarnos los  camellos a España, rechazamos su propuesta.  El tío no se había cortado lo más mínimo.  Poco después nos despedimos de el.

En Túnez los hombres venden muchas cosas.  Algunos venden  chilabas, cachimbas y demás souvenirs.  Otros venden su tiempo en el sector de la hostelería.  El que conocimos, además, vendía su cuerpo a las turistas extranjeras.