Como siempre que voy sólo a una excursión me senté al lado de una mujer guapa que iba sola. Por su aspecto parecía más joven que yo. A diferencia de otras veces que yo había hecho esta jugada, congenié muy bien con mi pareja de asiento. Congenié tan bien con ella que por las noches, después de cenar, nos íbamos los dos de paseo por Guernica, que era donde estaba el hotel. En las excursiones de puente me suelo relacionar con casi todos los participantes, pero en esta excursión, me fue suficiente su compañía.

El grupo de gente que fue a la excursión era como siempre personas muy agradables. Más o menos había el mismo número de hombres que de mujeres. De guía teníamos a la colaboradora del jefe, ya que este era el responsable de la excursión que se hacía en el sur de España. Las excursiones a las que fui fueron más fáciles de lo que estoy acostumbrado en el senderismo. Además de la guía que vino de Madrid, amenizaba la excursión un guía autóctono adicto al polen.

Varios días llegábamos muy temprano a Guernica por lo que hubo amplia oportunidad para explorar el pueblo. Hasta hubo ocasión de ver el famoso árbol de Guernica debajo del cual juran sus cargos los Lehendakari después de cada elección autonómica. Teniendo muchas ganas de conocer Bilbao, qué estaba cerca, un día fui por mi cuenta para visitar la gran urbe. Después de la parada reglamentaria para vaciar la vejiga, tardé poco en localizar una oficina de turismo donde obtuve los mapas de rigor. Vi que a Bilbao le atraviesa un canal y que ese canal estaba cerca. Además vi que el famoso museo Guggenheim está situado en ese mismo canal. Tras un par de horas de paseo llegué al área del museo. Tardé poco en descubrir que había una oferta dos por uno en los museos de la ciudad y me di una auténtica panzada de cultura. Entre museo y museo tenía el firme propósito de catar la gastronomía local y me dirigí con paso firme hacia el restaurante más cercano. Para mi gran sorpresa oí a alguien llamar mi nombre. Me habían encontrado unos amigos de Madrid. Ese día fuimos tres grupos de la excursión de senderismo a Bilbao con la casualidad que no coincidimos ni en el autobús de ida ni en el de vuelta aún cuando únicamente salía un autobús cada hora.

En ninguna excursión de las cuales había asistido había cenado tan bien ni tanto como en esta. Las cenas se perpetraban en un restaurante pequeño al lado del hotel y se servían dos primeros y dos segundos en cada cena, estando todo tan bueno que era imposible precisar que estaba más rico. El servicio era admirablemente bueno por parte de la propietaria del local, que siempre tenía una sonrisa en la cara. El viaje de vuelta se hizo con demasiada prisa. Aún cuando íbamos muy bien de tiempo únicamente hicimos la parada reglamentaria donde el autobús tiene que parar media hora cada tres horas de conducción. No importó que rogase a la guía que hiciese una parada cerca de Madrid para hacer los cinco minutos que separan mi casa del punto de descenso sin la sensación de que me fuese a reventar la vejiga. No, la señorita guía tenía muchísima prisa en llegar a Madrid y su corazón no permitió una interrupción de diez minutos para mejorar la calidad de vida de las personas a su cargo… Me pillé un rebote que me duró dos días por haber pagado más de doscientos euros para a llegar a Madrid con la sensación de que me iba a reventar la vejiga.

Al llegar a la capital mi pareja de asiento aceptó acompañarme a un bar para tomar algo y por supuesto para ir al servicio, que ya era hora. Al día siguiente la mandé un mensaje comentándola lo bien que me lo había pasado con ella. Empezamos a hablar por teléfono todos los días. Unas semanas descenso ella aceptó ser mi novia. Es la primera vez que tengo pareja y me está gustando mucho.