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Camino Caminante Vereda

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Una excursión gratuita

Después de comer vimos al moro.   Quería salir lo antes posible.  Subimos a la habitación a por algo de ropa.  Al salir nos esperaba una furgoneta con conductor.  Eramos los únicos que íbamos.  Habíamos estado seguros que vendría más gente. Nos dio mala espina.  En efecto, no fue una excursión agradable.Durante el viaje interminable, la furgoneta atravesó el centro de Hammamet.  La letra del compromiso del moro se había cumplido.  Dijo que visitaríamos Hammamet.  La atravesamos sin parar.  Yo me estaba temiendo lo peor.  Tenía miedo de que nos llevasen a un lugar desierto.  Según contaron unos compañeros del hotel hay muchísima vigilancia en Túnez.  En cuanto grite un turista, viene la policía.  Les interesa mucho que los turistas se sientan seguros.  Puedo asegurar que mis miedos no eran fundados.

Al final llegamos a Nabeul.  El embaucador nos llevó por callejones angostos hasta llegar a una zona comercial.  Nos metió en una tienda donde ponía en un cartel “oficina de turismo”.  Alfombras tipo persa estaban colgadas en el exterior.  El embaucador entró.  Le seguimos como borregos.  Con la sabiduría que proporciona la experiencia, deberíamos habernos despedido del moro al llegar a  Nabeul.  No deberíamos haber entrado en la oficina de turismo.  Así habríamos conseguido un viaje gratis.  Nos hubiéramos podido volver en taxi.

El embaucador

El que nos intentó engañar es un empleado del hotel

El responsable de la fábrica de alfombras era un moro alto y fuerte.  Tenía un tupido bigote.  Había alfombras por todas partes.  Dos mujeres estaban sentadas en taburetes al lado de la pared.  Estaban tejiendo alfombras.  Tenían a mano madejas de hilo de distintos colores.  Cortaban un trozo de hilo.  Lo ataban.  Así todo el día.  Trabajaban muy deprisa.  El matón nos contó que cobraban seis dinares (cuatro euros) al día.  Tardaban meses en acabar una alfombra.  Una de estas mujeres estaba tejiendo con hilo de seda, la otra con hilo de lana.  En los diez minutos que estuvimos ahí, no levantaron en ningún momento la vista del telar.  Me pregunto si las dejaban ir al servicio durante la jornada laboral.  Las sacamos fotos.  Saqué una del embaucador donde claramente aparecía la identificación del hotel.El matón no paraba de decir que las alfombras eran las únicas que tenían el sello de calidad de la oficina de Turismo de Túnez.  Repetía que tenían una calidad inmejorable.  Eran bonitas, pero al fin y al cabo eran únicamente alfombras.  Aún así yo tenía un  interés nulo en llevarme una alfombra de recuerdo.  El marón nos repetía una y otra vez que era posible pagar contra reembolso.  El primer plazo se abonaba al contado o con tarjeta.  El resto cuando llegara la alfombra.  Nos mostró bastantes facturas  de compras realizadas por europeos incautos. Ya me los imagino.  Estarían acojonados por el aspecto de matón que tenía el encargado.  Pagarían lo que fuera para salir con vida de ese sitio.  A mi el matón me daba miedo.

Nos subieron a una sala en el piso superior.  Nos sentaron separados.  Otra medida de presión.  No podíamos sacar fuerzas el uno del otro.  El embaucador estaba sentado entre mi novia y yo.  Nos ofrecieron una taza de café.  Empleados nos mostraban alfombras sin parar.  Primero de lana y luego de seda.  Las de seda eran mucho más pequeñas.  Mi novia empezó a decir que le parecían muy bonitas.  Eso no me gustó nada.  Me sentí casi presionado para comprar una.
Me llevaron a otra sala.  Iban a por sangre.  El matón sacó una calculadora.  Tecleó una cifra en ella.  Me la mostró.  Era lo que pedía por una ridícula alfombra de seda.  Más de 1500 euros.  Yo no paré de repetir que no tenía dinero.  El matón no paraba de insistir que le hiciera una oferta.  Al final cedí y le ofrecí 100 euros.  Yo había ganado la partida.  Había ofrecido un precio tan bajo que el matón lo consideró insultante.  Regateando se puede bajar a el precio a una cuarta o quinta parte de la oferta inicial.  Yo le estaba ofreciendo menos de una décima parte.  Había ganado la partida.  El matón se rindió.

Volví a la habitación donde estaba mi novia.  Nos habían servido té.  El matón intentó convencer a mi novia para que comprase.  Se le veía desganado.  Al final dijo: "darles una propina a nuestros chicos por el trabajo que han hecho mostrándoos las alfombras.  Un billete, nada de monedas."  Les pagamos diez dinares.  Salimos aliviados de todavía conservar la salud.  Esto es una experiencia que prefiero nunca repetir.

Nos dijeron que teníamos media hora para hacer compras en Nabeul.  En contra de nuestra voluntad nos endiñaron un guía.  Hubiéramos preferido ir solos.  Cuanto compramos nos salió más caro por culpa del guía.  Yo no me sentía cómodo con el.  Estoy convencido que sacaba comisión por nuestras compras.  No veló por nuestros intereses.  La experiencia nos enseño que es posible pagar una cuarta parte de la oferta inicial.  Con el como mucho ahorrábamos unos dinares.  Buena comisión se llevaría.  Le dimos cinco dinares de propina al guía.  Le dimos otros quince al embaucador.  Se los dimos porque teníamos miedo de que nos dejasen tirados.  Para ser una excursión gratis, nos estaba saliendo bastante cara.

Al taxi que nos trajo al hotel se subieron el embaucador y dos moros más.  Con gran alivio vimos como se fueron bajando de uno en uno.  Al final únicamente quedaba el conductor.  Poco después estábamos en el hotel.  Le dimos dos dinares de propina.  Esta persona nos había llevado a la salvación.  Fue una experiencia.

Esa noche llegaron huéspedes fresquitos al hotel.  El día siguiente, mientras esperaba a mi novia, se me acercó el embaucador.  Seguía llevando identificación del hotel Globalia Savana.  Actuaba como si fuera
mi amigote.  Afortunadamente, poco después de llegar mi novia, el se marchó.  Los próximos días le miraba con cara de odio.

Le vimos muchas más veces.  Cada vez que llegaban huéspedes nuevos se acercaba a ellos.  Siempre su primer día de estancia.  Había alguien en el hotel Globalia Savana que se dedicaba a aumentar sus ingresos a costa del miedo de los novatos.  Alguien le estaba diciendo quienes eran.  Nunca se acercaba a los que llevaban algunos días.  Sabía que ya estarían advertidos que la excursión gratis ofrecida por la cortesía del hotel es una vulgar estafa.  La oferta no aparecía publicada en ninguna parte del hotel.  Se buscaba acojonar a los novatos.  Que pasasen el suficiente miedo para comprar, por mucho más dinero que el que vale, una alfombra que no necesitaban.  Nosotros pasamos miedo.  En la oficina de turismo el matón mostró bastantes facturas.  Hubo muchos que tuvieron menos suerte que nosotros.  Hubo muchos que compraron por miedo.  El que esta estafa fuese gestionada por empleados del hotel dice mucho de la ética de su dirección.

 El andreso

Operación Triunfo

Yo decidí ver este evento televisivo su primer año.  Había oído que esto se trataba de un programa de calidad.  Una cosa distinta a la mierda que se suele ver en televisión.  Encendí la televisión.  Lo primero que vi es que anunciaron números de tarificación especial para salvar a tú concursante favorito.  A mí los números de tarificación especial me parecen un atraco a los ignorantes.  Desde ese momento le pillé odio a ese concurso como a cualquier programa cuya fuente principal de ingresos sea que alguien en su casa decida gastarse más de 150 pesetas en intentar salvar a su concursante favorito.  

Otro motivo por el cual le cogí asco al programa es que una persona pueda votar las veces que quiera.  No gana el más popular, sino el qué más ingresos haya generado a la cadena de televisión.  Este es otro claro ejemplo de los programas de televisión, generalmente de bajo coste, basados en atracar a todos los que puedan.  Las productoras no se conforman con el pastón que recaudan a través de la publicidad.  Encima hacen concursos donde cada persona pueda votar tantas veces quiera.  Los que se empeñan en que su concursante no sea expulsado podrían llegar gastarse cientos de euros sin nada a cambio.  Esto es un robo.  Odio los programas basados en robar al público.

En la primera temporada de OT, le cogí tal desagrado que tardé muchos años en ver un programa entero.  Me pongo nervioso cada vez que oigo una canción de alguien que crea provenir de esta primera temporada.  Detesto a David Bisbal con toda mi alma, porque lo identifico como proveniente de ese atraco.  Afortunadamente no recuerdo ningún otro concursante.  Considero que todo lo que haya salido de este programa basado en robar al incauto es deleznable.  La razón es simple: odio a los ladrones.  Un concurso donde se premia al que más fondos haya recaudado no está basado en talento.  Está basado en robar.

A mi novia le gusta mucho OT por lo cual lo he visto algunas veces en su casa.  Veo fácil que te puedas encariñar con algún concursante.  Además sus actuaciones son bastante entretenidas.  También es posible seguir sus vidas durante el tiempo que permanezcan encerrados, lo que satisface las necesidades de ser unos mirones que por lo menos yo tengo.  

Mi primera impresión del programa, formada durante su primera temporada, fue corroborada.  El presentador no hacía más que animar a los espectadores a votar.  Los precios de los números de tarificación especial estaban escritos, en el fondo de la pantalla, en una letra tan pequeña que no se puede leer.  Quien vota no puede saber de antemano cuanto se va a gastar en su voto.  Nada te impide votar decenas de veces.  No siempre cuentan tu voto.  En efecto, Operación Triunfo está basado en atracar a los ignorantes.  La cadena que lo echó, además del pastón que se llevó por la publicidad, se forró a base de robar a los menos informados.  Ladrones.

Cinco días en Noruega

Para el vuelo de ida utilicé parches de nicotina, para evitar el mono.  Tenía miedo de perder la correspondencia ya que mi vuelo salió de Madrid con retraso.  Afortunadamente no hubo problemas.  Compré "snus" en el aeropuerto en Noruega antes de pasar la aduana.  En ese país, hay un duty free donde se recogen las maletas.  Es un tabaco muy húmedo.  Se mete una pizca debajo del labio y durante algún tiempo la nicotina es absorbida.   Me era necesario comprar este producto ya que en Noruega está prohibido fumar excepto en el exterior.

Un primo mío me estaba esperando cuando salí de la tienda libre de impuestos.  A el, como a cada uno de mis familiares que vi este viaje le dije: "Qué alegría verte.  Pena que sea en estas circunstancias."  Estuve un rato con mis tía y mi madre.  Mi madre al enterarse de la muerte de su hermano, empezó a buscar vuelos de Montreal, donde vive, a Oslo.  Ella había casi desistido cuando al final encontró uno barato.   Llegó varias horas antes que yo.  Las mujeres de la casa habían preparado una deliciosa cena.  Mi tío es el director de la agencia responsable de recaudar impuestos en Noruega.  El estabas trabajando en el norte del país y no volvía hasta el día siguiente cuando íbamos a ir juntos al entierro.  Me acosté justo después de hablar con la novia por teléfono.  Yo estaba rendido.

Al día siguiente madrugamos mucho.  El vuelo salía a las 9 del aeropuerto de Oslo.  Era necesario disponer de tiempo para ponerse la ropa de gala antes de salir de casa.  Toda la familia, excepto una prima, fuimos en el mismo vuelo. El grupo eramos mi madre, dos tíos míos, la tía en cuya casa vivía, el primo que me recogió y dos primas.  Una tía no pudo ir ya que estaba recibiendo quimioterapia.  Ella temía que el avión se cayese y que ella se quedase sin familia.  El vuelo a Trondheim, donde se celebró el entierro, duró menos de una hora.  Es uno de los vuelos que más me ha gustado.  Era de bajo coste por lo cual los azafatos no servían nada.  Eso significaba que los pasillos del avión estaban libres todo el tiempo.  No hubo nunca atasco para ir al servicio.  Era como un autobús.  Los asientos no estaban numerados.  Te sentabas donde quisieses.  Me gustó mucho el vuelo.

Una vez llegamos a Trondheim, cogimos el autobús para ir a la ciudad.  70 coronas o casi 10 euros.  Para matar tiempo fuimos a una cafetería para merendar.  Un café vale 21 coronas o tres euros.  En este sitio se podía rellenar la taza cuantas veces se quisiese.  Después de tanto café, era necesario vaciar la vejiga.  Había un único servicio, común para hombres y para mujeres, en todo el centro comercial.  Entre todo el grupo estuvimos esperando más de una hora para entrar.  Un hombre no quería salir.    No parábamos de quejarnos.  Ningún agente de seguridad apareció.  Probablemente se trataba de un heroinómano al cual se le había ido un poco la mano.   Los de seguridad debían estar hartos.  Desistimos de esperar más cuando llegó un joven con claros síntomas de mono.  Al final fuimos a los servicios de un hotel cercano.

Como todavía faltaba bastante tiempo para que empezase el entierro, decidimos ir a la catedral de Trondheim, la cual estaba cerca.  Estuvimos 15 minutos andando sobre la nieve.  Hacía 12 grados bajo cero.  Mi madre iba agarrada de mi brazo ya que las aceras estaban resbaladizas y su calzado no agarraba.  La catedral es el típico edificio gigantesco de piedra del siglo XII.  Lo más destacable es que por dentro, era tan oscura que no salían las fotos sin flash.  Por supuesto el Flash estaba prohibido.  Ninguna foto salió bien.

Llamamos a dos taxis para que nos llevasen a la iglesia.  Esperamos más de un cuarto de hora en el frío helador.  Yo me subí al primero.  Cuando llegamos a la iglesia, los más allegados al fallecido estaban sentados en las dos primeras filas.  Nosotros nos pusimos justo detrás.  Me chocó que no había ningún sitio para ponerse de rodillas. Parece que esto no es parte del ritual protestante.  Aunque soy bastante alérgico a las ceremonias  religiosas esta fue llevadera porque hacía mucho frío fuera.  No es como España donde hay un bar delante de cada iglesia.  Además me dio corte abandonar mi familia.  El cura estuvo haciendo un resumen de la vida de mi tío.  Mi tío era un ingeniero del sector petroquímico.  Había participado en muchas innovaciones.  Había sido un buen padre y un buen abuelo.  Había destacado desde joven.   A los ocho años cubrió el puesto de mi abuelo cuando este estuvo de baja.

Llamamos otra vez a dos taxis para que nos llevasen a la recepción.  Esta vez uno de ellos era un maxitaxi.  Un minibús de 10 plazas.  Tardó más de 20 minutos en llegar.  Para entonces los dedos de mis pies me dolían por el frío.  Las molestias duraron varias horas.  No ayudó ni siquiera que me cambiase de calzado.

La comida era un plato único de salmón.  De postre hubo tarta.  A los niños les dieron salchichas.  Un primo mío entabló negociaciones infructuosas con el mayor intentando obtener sus salchichas.  El chaval no se dejó engatusar.  Había barra libre de refrescos.  Por desgracia no servían ninguna bebida alcohólica.  Al final de la cena bastantes de mis familiares hablaron recordando la maravillosa persona que había sido mi tío.  A varios de mis primos no les había visto en más de 10 años.  Es una pena que las circunstancias fuesen las que fueron.

Según lo que oí, mi tío tenía un riñón mal y se lo tenían que extirpar.  Algo fue mal en la operación.  Mi tío perdió más de dos litros de sangre.  Cuando subió a planta les comentó a sus prójimos: "Esto no es justo."  Eso fue una de las pocas veces a lo largo de su vida que se le oyó quejarse.  Por desgracia surgieron complicaciones y falleció.  En ningún momento los cirujanos que le operaron tuvieron la decencia de hablar con los familiares.  Sabían que habían cometido un error garrafal durante la operación y fueron demasiado cobardes para admitirlo.

Cuando acabó la recepción cogimos otro maxitaxi para llevarnos al aeropuerto.  El vuelo de regreso fue igual de cómodo que el de ida.  Una vez llegamos, estuvimos de charla un buen rato.  En la televisión echaban un concurso donde granjeros estaban buscando pareja.  Al principio del concurso cada granjero tenía diez pretendientes.  Cada semana descartaban a uno.  Durante las últimas semanas los pretendientes vivían en casa del granjero.  Hacían entrevistas a los distintos pretendientes y a los concursantes.  Filmaban todas las citas.  Uno de cincuenta años que nunca había tenido novia se volvió uno de los hombres más solicitados del país.

El día siguiente fuimos a un centro comercial en el centro de Oslo.  Aparcamos el coche en su aparcamiento.  Mi tía contó que la primera vez que aparcó ahí no encontraba donde pagar.  Le preguntó a un señor que pasaba por ahí si el la podía ayudar.  El señor era el primer ministro de Noruega.  El la dijo que no tenía ni idea ya que el había pagado con tarjeta.  Me compré unas botas.  Un calzado apropiado para el frío.  Como tenía algo de hambre, me compré un perrito caliente con un refresco.  35 coronas o 6,50 euros.

Mi tía, desde que sus hijos eran pequeños, hace todos los años un taller de fabricación de adornos navideños.  Una vez crecieron sus hijos, invitaba a los hijos de sus vecinos.  Ahora las estrellas de la fiesta son los hijos de mis primas.  Vino la hija de mi tío fallecido.  Estuvieron recordando al desaparecido.  Es muy complejo el hacer duelo por un ser querido.  Durante el taller mi control motor dejó mucho que desear.  Yo me considero con maña idéntica a una niña de cuatro años.  En el taller hice dos chapuzas y estoy muy orgulloso de que ninguna de las dos quedó horrorosa.

Por la tarde fuimos a un concierto navideño cantado por la soprano Sissel Kyrkeby  Una de las principales estrellas del pop de Noruega.  Ella recoge canciones folclóricas  escandinavas y les pone música moderna.  Su forma de cantar es sobrecogedora.  Aún así, no me hacen mucha gracia los villancicos,  No me gusta la navidad.  Las entradas las consiguió una prima mía que trabaja en una discográfica.  Ella no es especialmente puntual por lo cual la tuvimos que esperar y esperar.  Afortunadamente llegó a tiempo.  Me encantó.

El día después lo dediqué al viaje de regreso a Madrid.  Este fue de mis peores viajes. Por alguna razón mi vuelo de vuelta salía de un aeropuerto distinto.  El autobús entre Oslo y Sandefjord salía cada dos horas.  Cuando llegué a la estación de autobús, la primera guagua estaba llena.  Esperé media hora fuera.  Otra vez más me dolían los pies por el frío.  Dos horas después llegué al aeródromo.  El aeropuerto era cutre.  Tenía forma de caja de zapatos.  Tuve que esperar un par de horas. Hubo una hora de retraso.  Casi pierdo mi vuelo.  No anunciaron la salida.  Tuvimos que andar sobre la pista helada.  Nevaba y soplaba el viento.  El avión era pequeñito, cutre, con la escalera en la puerta.  Nos sentamos.  El capitán anuncia que es necesario deshelar el trasto.  Otra hora de retraso.  Llegué a Amsterdam después de que se iniciase el embarque en mi siguiente vuelo.  Fui andando deprisa hacia la puerta de embarque.  Ni siquiera me dio tiempo de fumarme un cigarrillo.  Cuando al final llegué, estaban dando el último aviso.  Me dijeron que mi maleta iba a Madrid en el siguiente vuelo.  Para rematar un nefasto día, a un pasajero no le había dado tiempo de llegar al avión y tenían que retirar su maleta.  Media hora de retraso después el capitán dice que a la maleta tampoco le dio tiempo de llegar.  Lo único que hubiese faltado es que me detuviesen en Aduanas.  Dos días después me trajeron la maleta.

El andreso. 

Puente de la constitución

    En este puente lo peor que me pasó fue que me olvidé los chicles de nicotina, que uso para mantener el mono a raya mientras estoy en un sitio donde no pueda fumar, y que me percaté que era perfectamente capaz de aguantar el tiempo entre parada y parada sin mono. Por lo demás me lo pasé estupendamente.

Encontré la sierra de Cazorla espectacularmente bonita. Montañas surcadas por barrancos. Las excursiones que encontré más bonitas pasaban al lado de barrancos. Hubo una que encontré decepcionante ya que fue entre arboles. No había nada en esa excursión que no se pudiese ver en una por la sierra de Madrid. Pero las que transcurrió al lado de barrancos eran preciosas.

Según el guía que nos subió en el autobús cuatro por cuatro a la sierra, Cazorla es el parque natural más grande que hay en España. Habló de parques nacionales, reservas naturales y parques naturales y de otros formatos, quedándose fijado en mi cabeza únicamente que Cazorla es de eso donde puede haber gente viviendo dentro y que no se puede proteger más la mayor parte del parque porque haría falta expropiar muchas casas. Comentó que hay unos doscientos millones de pinos en la sierra de Cazorla y que la procesionaria es un invitado bienvenido para el parque ya que cuanto más pinos se mueran mejor al no ser una especie autóctona de la zona. Según entendí, fueron plantados para proveer a la armada invencible de madera. El guía se quejó de los cazadores que aunque hacían la loable tarea de controlar la población animal en ausencia de depredadores a menos que tengan mucha experiencia en la naturaleza tienen conocimientos que dejan un poco que desear.

Unos animales que tienen la muerte garantizada son los ciervos machos que no quieren dejar la manada. Por regla general los ciervos machos en cuanto se vuelven adolescentes se alejan de su madre y de sus hermanas y intentan reunirse con la manada de machos. Durante bastante tiempo sin éxito pero tarde o temprano son aceptados. Únicamente se reúnen con las hembras cuando estas están en celo. El problema de los machos que no dejan la manada donde está su madre y sus hermanas es que son los primeros en enterarse cuando ellas entren en celo y por lo tanto serán los primeros en cubrirlos. Los retoños entre miembros de una especie que estén tan cercanos genéticamente tienen más probabilidad de salir defectuosos. Por eso se les mata.

El organizador durante el segundo día tuvo el desliz de no informarnos hasta que partimos de senderismo, para realizar la más bonita de todas las excursiones, que íbamos a pasar por dos túneles y que si convendría tener linternas para la oscuridad. Hubo una persona que en cuando llegamos al pueblo para comprar pan repitió como una descosida. "No me informaron" "No me informaron" "¿Como se atreve a hacerme esto a mí si yo me traje mi propia linterna desde Madrid?" Así durante un buen rato. Esa misma mujer cuando cruzábamos un río gritó "Apartaros" y al instante lanzó una piedra inmensa dentro del río para no mojarse los zapatos. Consiguió salpicar a bastantes personas y alguien podría haber salido bastante perjudicado si su puntería hubiese sido peor.

El hotel lo encontré cutre y además estaba a tres kilómetros del pueblo más cercano lo que hizo imposible hacer excursiones nocturnas por los bares de la zona. Afortunadamente la cafetería del hotel permanecía abierta hasta las doce y media de la noche por lo que no hubo necesidad de pasar directamente del comedor a la cama. Se podía socializar un poco antes de conciliar el sueño. En el servicio de caballeros al lado de la cafetería apestaba de tal forma los primeros días que estoy seguro que ahí se debieron hacer experimentos de guerra química ya que al entrar ahí me lloraban los ojos. Claro como abrieron el hotel expresamente para sangrar a los turistas durante el puente no les valía la pena el esfuerzo de dejarlo limpio.

Yo pague bastante más por mi habitación individual de lo que estoy acostumbrado. Cuando vi la habitación me quedé decepcionado. Dos camas estrechas con una estantería metálica ocupando la mayor parte del espacio libre entre la cama y la pared. Esa estantería la encontré cómoda para guardar mi equipaje. El televisor sintonizaba mal a tele cinco y encima estaba protegido contra niños por lo que no se podía cambiar de cadena. Para variar fui incapaz de conseguir que funcionase el mando a distancia. En todas los hoteles que he dormido en España únicamente he sido capaz una vez de hacer funcionar el mando a distancia. Esos trastos son superiores a mis habilidades mentales. No hay forma para mí ya que el único mando a distancia que he sabido manejar es el de mi casa gracias a los muchos años que ha durado esa televisión.

Yo vine con la ilusión de ir al pueblo más cercano a tomarme alguna copa por lo que el primer día me compré una linterna. Intenté convencer de vez en cuando a la gente con la que iba que debiéramos darnos el paseo para corrernos una buena juerga. No hubo forma lo que casi es mejor ya que los tres kilómetros del camino de vuelta estando perjudicado podrían ser interesantes. De todas formas si vuelve a pasar algo como esta excursión donde el hotel esté lejos del núcleo de población más cercano iré al pueblo aunque sea sólo. Tengo que aprovechar la linterna que me compré. Además para estas navidades me regalaron dos linternas de esas que se llevan en la frente para que fumar sea más cómodo.

Mi compañera de autobús en el momento en que nos sentamos me dijo: !Como te apesta el aliento a tabaco! Yo menos de una hora después la había echado los trastos. "¿Y tú ganas lo suficiente para mantener a un hombre?". Ya sé que no es el formato idóneo pero no me merecía más esfuerzo. Aparte de sentirme humillado con sus comentarios era un placer hablar con ella. El camino de vuelta yo estaba "Ay que bien, ya sólo quedan 320 km para que nos divorciemos". "Ay que bien, ya sólo quedan 313 km para que nos divorciemos". La experiencia fue positiva pero por poco. Ella me ha enseñado una lección valiosísima a poco precio. Si no tengo cuidado de donde me meto a la hora de buscar una relación afectivosexual me puede tocar un verdadero infierno.

Sierra de Urbasa

Lo dicho, esta fue una de las más bonitas excursiones a la cual he tenido el privilegio de asistir.  El primer día fue lo peor.  Era lógico después de seis horas en el autobús y haciendose de noche a las seis y media.  No había tiempo para hacer una excursión bonita.

El autobús era una monada.  Creo que se llaman microbúses aunque fuese de 30 plazas.  Al salir el conductor estaba comentando que parecía que había problemas con la puerta para entrar y salir.  En efecto, hubo problemas.  La mayor parte de las paradas no se abría la puerta y teníamos que entrar y salir por la puerta de emergencia, atrás del todo.  En un autobús tan pequeño se aprovechan todos los sitios posibles para poner un asiento.  Había dos mujeres sentadas justamente al lado de la puerta de emergencia.  Tenían que ser las primeras en bajarse y las últimas en subir.  El escalón era importante, y a la segunda parada ya teníamos un trozo de madera para ayudarnos a subir y a bajar.

El hotel era muy curioso, de dos plantas, con las dos alas formando un triángulo.  El patio estaba cubierto y había mesas y sillas para platicar.  Por supuesto la calefacción dejó de funcionar en la mitad del hotel.  He oído rumores de que gente para ducharse encendía el agua caliente hasta caldear el cuarto de baño.  Afortunadamente para mí los problemas de calefacción fueron en la otra mitad del hotel.  Yo estaba muy satisfecho con la temperatura de mi habitación aunque muchos consideraban que hacía mucho calor.  Una conversación muy divertida entre una compañera y un responsable del hotel iba: 

  • No tenemos calefacción.
  • He pagado trescientos euros para que la arreglen.
  • Pero no tenemos calefacción
  • Le aseguro que he pagado al técnico para que la arregle

Cada día que pasaba hacíamos una excursión más bonita.  La del segundo día me dejó impresionado.  La que salió de Oronoz.  Pues de ahí en adelante fue a mejor.  Esto del senderismo me ha puesto en bastante buena forma.  Aunque un día hicimos una subida espectacular no tuve más problema que acabar empapado de sudor.

Por el tamaño de casas que había en Navarra no es de extrañar que sea una de las regiones ]más ricas de España.  Una de las casas tenía cuatro pisos.  Parece que los municipios tenían administración conjunta.  Un ayuntamiento se encargaba de gestionar varios pueblos.  La zona a la que fuimos era una zona donde se hablaba bastante vasco.  Se cumplió el único prejuicio que tenía acerca de la lengua.  Yo no entiendo el vasco.

En ningún momento fuimos a un pueblo grande.  Por ejemplo Oronoz era una calle y poco más.  El bar que frecuentábamos cerraba a las once y media por lo que no hubo ocasión de beber de más.  Se dieron cosas curiosas como que en el supermercado de un pueblo la conductora de ambulancias nos sirvió cerveza.  Un bar supermercado.  Yo me compré unos calzoncillos en la papelería panadería.  La gente se compraba fruta en el estanco.

Durante este viaje me llevé uno de los cortes más espectaculares de mi vida.  Yo durante algún tiempo había estado usando la siguiente broma para parecer gracioso (algo muy alejado de la realidad):  "Todos los informáticos somos sosos.  En cuanto nos reunimos no hacemos más que hablar de ordenadores".  El fundamento de la broma es que aunque haya veces que hablamos de ordenadores, es minoría y me lo he pasado espléndidamente con todos los informáticos con los cuales me he relacionado.

Le estoy soltando la broma a mi compañera de asiento cuando noto unos toquecitos leves en el hombro.  Era la mujer sentada justo detrás mía.  Me dijo "Somos informáticas y ni somos sosas ni aprovechamos cualquier ocasión para hablar de informática".  Un corte espectacular.  Para hacer las cosas mucho peores había otros dos informáticos en el viaje.  Fue aún peor.  Con esos dos no sabía relacionarme.  Hay  gente con la cual me pasa pero que fuesen informáticos me dio aún más vergüenza. 

Me lo pasé muy bien.

Andreso.